INOLVIDABLE ANA
Tal vez deba presentarme, pero no lo voy a hacer. Tan solo
quiero ser la voz que grite, que la belleza está en cada vida, en cada momento…
Pero mucho más en ti. Y os cuento esto, porque aunque yo no sea importante en
esta historia, hay alguien que sí. Alguien que nunca jamás se vio bella. ¡Y
creedme que lo era! Alguien que conozco muy de cerca y no supe valorar hasta
que… ¡Perdonad! ¡Me resulta tan doloroso todo esto…!
La chica de la que os hablo, Érica, estaba llena de sueños,
de inquietudes y de fantasías. Era además tan dulce y simpática, que estoy
convencido de que quien la conociese, desearía no perder su amistad jamás. Lo
triste es que a veces no nos damos cuenta de cómo somos realmente. Yo tardé en
darme cuenta.
No me preguntéis como, una vez conseguí el diario de Érica.
Y me llamó mucho la atención, el rotulo que hizo en la encuadernación. Por
alguna razón, escribió en grande “Inolvidable Ana”. Yo no conocía a ninguna
chica con ese nombre. Y creo que ella tampoco. Así que investigué y pregunté
quién era aquella Ana. Nadie lo sabía. Pero cuando me decidí a abrir este
diario, lo entendí todo. Y creo que a ella, no le importaría que os lo
comparta.
“Querido diario:
Día 1
Hoy empieza un nuevo curso. ¡Estoy tan nerviosa! ¡Puf!
Bueno, la verdad, es que más que nerviosa, estoy un poco molesta porque ya se
acabaron las vacaciones. Pero volveré a encontrarme con mis amigas Carla y
Andrea. Las he echado mucho de menos. Que aunque toca volver a estudiar y
estudiar de nuevo, no todo es tan malo.
Día 2
¡Wow! Solo han pasado unos meses y todo parece distinto.
Carla me contó que conoció a un chico este verano y empezaron a salir. Dice que
es súper guapo. Parece ser que vive un poco lejos, pero a ella no le importa.
Hablan a diario por Skype. Yo no creo que funcione esa relación, pero no se lo
pienso decir. No quiero herirla. Llevamos siendo amigas desde niñas. Luego
tenemos a Andrea. Que la verdad, ¡no la reconozco! Ahora se maquilla para ir a
clase. ¡Jamás se maquillaba ni cuando íbamos de compras o salíamos a dar una
vuelta! Además, su forma de vestir, es demasiado… ¿cuál sería la palabra? ¡Ah,
sí! Provocativa. Todos los chicos la miran. ¡Y de qué manera! Ahora me siento
tan diferente…
Día 36
Durante este mes que llevamos de haber comenzado el nuevo
curso, me he dado cuenta de que me he quedado atrás. Carla tiene a aquel chico
del que tanto habla y conoció en las vacaciones. Y Andrea, de tanto que se le acercan los
chicos, era inevitable que al final se interesase por uno. Y, ¡en fin! Ellas
tienen novio y yo no. Y me siento un poco envidiosa. Nadie se ha fijado nunca
en mí. ¿Es que no les parezco guapa a los demás? ¿O tal vez es que estoy
demasiado gorda? ¡Tal vez sea eso! Todas las que tienen a alguien a su lado,
están muy delgadas. Como Carla y Andrea. Tal vez deba perder algo de peso. Y si
eso no funciona, puede que empiece a maquillarme y vestirme provocadora como
Andrea. ¡Quiero ser como las demás! Así, que ya tengo un nuevo reto.”
Érica sentía que valía poco. Y todos contribuimos a ello.
Estaba tan desesperada por ser como las demás, por conseguir lo que las demás
chicas tenían, ¡que se olvidó de ella misma!
En solo un mes de clase, Érica se había dejado consumir por
los cánones de sus compañeras. Y eso, la hacía sentirse inferior. Como ella
decía, no se le acercaba ningún chico. No, como a Carla y a Andrea. Y yo no la
conocía en persona, pero creo que tampoco me suscitó interés en un principio.
Yo estaba tan en lo mío, que no advertía que a diario veía a una chica, que
lloraba por dentro. ¡Debo reconocerlo! Me encantaban sus amigas. Pero ahora me
pregunto, ¿por qué no me fijaba en Érica? ¡No lo sé! Tal vez, jamás sepa la
respuesta.
En ocasiones, dirigía mi mirada hacia ella y sus amigas. A
veces, algún chico se acercaba para insinuársele a Andrea. Y de vez en cuando a
Carla. Todos celebraban la fiesta de las hormonas. Y como Andrea iba siempre
tan rompedora, se llevaba prácticamente toda la atención. ¡Y sí! Empezaba a
notar algo en Érica. Su mirada denotaba tristeza. Su sonrisa, su característica
sonrisa, se había desdibujado.
Poco a poco, empecé a sentir algo en mi corazón.
Posiblemente, debía acercarme a ella. Estuve a punto muchas veces. Pero nunca
me atrevía. Sentía que algo me unía a ella. O que tal vez, ella me necesitase.
¡Y así era! Cada página de su diario, “Inolvidable Ana”, era más desgarradora.
“Día 67
¡Bueno! Acabo de
venir de la Farmacia y me he vuelto a pesar. Llegó el momento de anotar cuanto
peso he perdido en un mes. Y la verdad, ¡no estoy muy contenta! He perdido un
kilo y doscientos gramos. Bajo peso muy despacio. La dieta no es tan efectiva
como esperaba. A este paso, alcanzaré al resto de chicas para el año que viene.
Tengo que encontrar el modo de bajar más de peso y a mayor velocidad.
Día 74
Llevo una semana desde la última vez que me pesé. Y he
encontrado la solución. En una sola semana, he perdido casi lo que en un mes
con la dieta. Ya incluso, tendría que remodelar mi vestuario. Se me están
quedando grandes mis prendas.
Día 81
¡Por fin! Carla y Andrea, ya se han dado cuenta de que he
adelgazado. Me han dicho que estaba mejor ahora. Y me he llenado de motivación.
Me preguntaron que qué estaba haciendo para estar adelgazando. Yo le dije que
una simple dieta. ¡Mejor que no sepan la verdad! Aunque aún estoy bastante
gorda. ¡Debo perder más peso!
Día 92
Aunque parezca gracioso, hoy me desmallé en clase de
gimnasia. ¡No sé qué me pasó! Desperté en el sillón de la sala del director. Me
dijeron que habían llamado a mi madre para que viniera a recogerme. Y cuando
llegó, el director me pidió que abandonara su despacho, para hablar a solas con
mi madre. ¡No sé si debería preocuparme! No tardó demasiado aquella charla. El
director, me dijo que fuese al médico de enseguida, para que comprobasen que
todo iba bien. Pero aunque me constó una discusión con mi madre, me negué.
¡Sentí miedo! ¿Y si descubren lo que estoy haciendo para estar delgada? ¡No
puedo dejar que nadie lo sepa!”
Érica, se estaba convirtiendo en el tema de conversación de
todos los jóvenes. Cuando caminaba, lo hacía tambaleándose. Perdía el
equilibrio con frecuencia. Y según se rumoreaba, no era capaz de aguantar una
sola clase de gimnasia.
Aunque, … ¡Había algo más! Su aspecto. ¡No sé cómo
definirlo! Había perdido algo más que peso. El tono de su piel ya no era el de
antes. Parecía haber envejecido un poco. ¡Al menos, en mi opinión! Y no era
normal que cada vez estuviese más delgada. No, en la manera en que lo estaba
haciendo.
Yo, seguía con ganas de acercarme a ella. Pero ahora, quería
averiguar si lo que se murmuraba por los pasillos, era cierto o no. Era algo
que todos decían, e incumbía a Érica. Hasta Carla y Andrea lo sospechaban. Pues
también ellas se unían en rumorear algo que asustaba. Y que hicieron que todos
la conociesen como “la anoréxica”.
Con la supuesta dieta de Érica, era evidente que los
desayunos que se llevaba al instituto eran más ligeros. Pero cada vez, se
llevaba menos comida. Estaba atento a todo cuanto ella hacía. Si Érica
realmente era anoréxica, debía ayudarla. ¡Sentía que debía hacerlo! Pero es que
todo apuntaba a que estaba enferma de este trastorno alimenticio. Justo después
de comer esa minucia, se dirigía hacia los servicios. Nunca quiso que la
acompañaran sus amigas Carla y Andrea. Y siempre solía tardar bastante. Un día,
me dispuse a seguirla. Sabía que yo no podía entrar en el servicio de las chicas.
Pero tal vez, si ella hacía por vomitar la comida, algo se escucharía, si me
pegaba a la puerta. Aunque ciertamente, no llegué a distinguir ningún
sonido. Y me moría por saber la verdad.
Una tarde, me dirigí hacia la biblioteca. Pregunté al bibliotecario
sobre libros que trataran respecto a trastornos alimenticios. Y me dijo dónde
encontrarlos. La verdad es que no me esperaba tanta cantidad de libros sobre
este tema. Pero si algo me impactó de verdad, es encontrar libros escritos
desde la experiencia, por personas que parecieron la anorexia. Me pasé horas
leyéndolos. Quería profundizarme en esta enfermedad tan consumidora. Observé
fotografías sobre personas con este trastorno. Y era demasiado fuerte. En una
de ellas, había escrito “la anorexia, es el reflejo de una muerte anunciada”.
No lo advertimos, pero son muchas las personas que se creen con sobrepeso y
recurren a esa práctica mortal para sentirse supuestamente mejor con sus
cuerpos. Y yo no podía permitir que una chica, fuese por la razón que fuese,
estuviese acabando con su vida de aquella manera.
Aun no era amigo suyo. Y no podía controlar cosas vitales
como, cuánto, cuando y qué comía, que hábitos tenía y cosas así. Había síntomas
que se podían detectar. Algunos ya los había percibido, como creo que todos lo
notaron: perdida rápida de peso, palidez en su piel, debilidad al caminar,
desmayos… Y os preguntareis, ¿cómo es que sus padres no hacían nada? Yo me lo
preguntaba. Pero como dice en su diario, si se percataron también.
“Día 105
¡Me parece increíble! Mis padres han querido llevarme al
médico a la fuerza. Dicen que los llamaron del instituto, porque temían por mi
salud. Y yo pregunté que qué pasaba con mi salud. Mis padres se miraron muy
serios y entonces dijeron que creían que había enfermado de anorexia. Me
obligaron a comer. Yo me negaba. Entonces mi padre cogió el teléfono y dijo que
iba a llamar a un médico. ¡Puaj! Tuve que meterme toda esa grasa y esas
asquerosas calorías. Lo peor es que no me dejaron ir al baño. O mejor dicho, no
querían que cerrase la puerta. Pero cuando tuve que ir de verdad, se quedó
alguien junto a la puerta y me controlaron el tiempo. Dentro de un rato, cuando
todos duerman, trataré de vomitar toda esa basura que me obligaron tragar.
Día 112
Hoy ni siquiera tengo ganas de escribir. ¡Estoy sola! Carla
y Andrea, quienes siempre consideré amigas, me dijeron que todos me llamaban
“la anoréxica”. Y que ellas también creían que lo era. ¡No lo entiendo! Cuando
estaba gorda, no se me acercaba ningún chico. Y ahora que estoy casi como las
demás, me insultan. ¡No sufro de anorexia! Aún estoy gorda para que me digan
eso. ¡No me parezco en nada a una anoréxica!
Día 120
¡Qué día he pasado en el instituto! Sin motivo alguno, entró
el director a nuestra clase y dijo que iban a hacernos una inspección médica
rutinaria. Y de rutinario, eso no tenía nada. Era la primera vez que pasaba
algo así. Y me atemoricé. Porque si notaban que vomitaba la comida o algo así…
¡Tenía que salir de allí! Pero no sabía cómo. Por eso acabé en una situación
terrible. Me han dado cita para un examen médico más concreto en el hospital.
¡Ahí comenzará mi fin! Todos descubrirán mi secreto para estar más delgada. Y
seguramente me ingresen o me hagan engordar. ¡No puedo permitir eso!”
Durante varios días, Érica estuvo faltando a clase. Pero sus
padres lo desconocían según leí en su diario. Su actitud estaba cambiando. Se
había obsesionado con su peso. Pero lo más grave, es que seguía creyendo que no
estaba delgada como quería. En estos ciento veinte días, llegó a perder
veintiún kilos, según sus anotaciones. Y ella, en mi opinión, nunca estuvo
gorda. Al comienzo de su dieta, partía de un peso de sesenta y cinco kilos…
¿Qué creéis vosotros?
En cuanto Érica regresó al instituto, me atreví a acercarme
a ella. Al verla de cerca, me impresionó. Casi podían percibirse todos los
huesos de su cara y de sus manos. Ahora vestía ropas muy anchas. Puede que
porque todas se le quedaron grandes o porque pretendía ocultar algo. ¡No lo sé!
Pero la verdad es que me quise acercar a ella, pues durante aquellos días que
se ausentó, creí que era porque no se sentía querida. Pensé que la razón por la
que se obsesionó tanto por su peso, era para agradar a los demás. Procuré que
se sintiera bien conmigo. No sabía que pensaba de mí, hasta que lo leí en su
diario.
Día 125
¡Sabía que estando más delgada se me empezarían a acercar
los chicos! Hoy he conocido a alguien. Se interesó en ser mi amigo y… ¡oye, eso
es algo! No quiere decir que le guste ni nada de eso… Pero es agradable sentir
que le intereso a alguien. Y más ahora que estoy pasando por uno de mis peores
momentos. Dentro de poco, tendré que ir al hospital a esa dichosa revisión, mis
amigas de siempre me creen una anoréxica y me hicieron daño aunque no lo sepan,
todo el mundo murmura cuando me ven pasar, los profesores siento que me miran
mucho, mis padres me controlan y me siento muy sola. Pero parece que no todo es
tan malo. ¡A ver cómo me va con este chico!
Día 126
¡Qué bueno es mi nuevo amigo! Me ha acompañado hasta casa y
dice que vendrá todos los días a recogerme. ¿Qué si me parece guapo? Bueno… ¡Es
bastante mono! Aunque me ha invitado un día de estos a su casa para cenar y ver
una película. Y me ha preguntado cuales son mis comidas favoritas para aprender
a cocinarlas. Le he dicho, que cuando me invite que me sorprenda. Pues seguro
que si le digo sobre lo poco que como, él también me llamaría anoréxica.
Día 127
Hoy me ha regalado una bolsa de chucherías. ¡Con lo que
engordan los dulces! Me encantó que tuviera un detalle conmigo, pero… ¿no
podría haberme regalado otra cosa que no se comiera? Por cumplir, me comí
alguna cosa. Pero le dije que me tenía que ir y fui al servicio a devolverlo.
Me supo mal, pero es que debo controlar mi peso. El resto de chucherías, se las
di más tarde a unos niños.
Día 128
Mañana tendré que ir ya al hospital. Pero ya se me ocurrirá
algo para evitarlo. Por otro lado, mi nuevo amigo me ha sacado el tema de la
anorexia. Me preguntó cómo es que había bajado tanto peso en tan poco tiempo. Y
me dijo además que me veía distinta a tiempo atrás. Que ya se había fijado en
mi desde mucho antes. Y aunque seguía siendo muy bella, antes estaba mejor. ¡La
verdad es que no lo entiendo! Si antes estaba mejor, ¿por qué ni él ni nadie se
me acercó? Me he dado cuenta de que nunca son las cosas del agrado de todos.
Así que yo seguiré con mi propuesta de bajar de peso. Lo más importante es
sentirse bien con una misma.”
Yo ya me di cuenta de eso. No logré ayudarla como quería. Y
no tuve más oportunidades. Porque después de aquel día, no volví a ver a Érica.
Pronto sabréis porque tengo este diario. Y también, porqué
os cuento esto. Pues quien escribió cada palabra de este diario, no escribió
mucho más. Como os dije, Érica desapareció. Detalló su plan para no ir a
aquella revisión. Pero también, que no merecía la pena vivir en un mundo, donde
hiciera lo que hiciera, ella sentía que no la entendían.
“Día 129
Me he escapado de casa. Esta mañana, saqué mis libros y
cuadernos de mi mochila, para meter algo de ropa y algunas cosas para
resguardarme del frio, mientras viva en la calle. Y como sé que me estarán
buscando, me he alejado todo lo que he podido. Me he escondido en una vieja
casa abandonada. Tenía rota una de las ventanas y vi el lugar perfecto. Está
todo mugriento y habrá todo tipo de bichos, pero es no hay otra manera de huir.
Al menos, no debo preocuparme por nada. Ni siquiera en la comida. Apenas siento
ningún apetito.
Día 130
No me encuentro muy bien. No sé si tomé la decisión
correcta. Llevo más de un día fuera de casa. Tengo mucho frio y me siento muy
débil. Mi cabeza parece que va a estallar. Si no mejoro, a lo mejor vuelva a
casa. Esto es muy agonizante.”
Al día siguiente, alertaron a las autoridades de que
encontraron un cadáver cerca de una casa abandonada. Los ancianos que se
encontraron Érica, la vieron tan desmejorada, tan huesuda y tan pálida, que al
verla tirada en mitad de la calle, cerca de un ruinoso edificio, pesaron que se
trataba de una víctima de sobredosis. Cuando llegó la policía y vio el rostro
de Érica, de enseguida llamaron a sus padres, para decirles que la habían
encontrado. Le tomaron el pulso… Y afortunadamente no había parado. Era muy
débil y debían ingresar a Érica cuanto antes para estabilizarla.
Cuando me enteré de que la habían encontrado y estaba
ingresada en el hospital, fui a verla. La habían sometido a un tratamiento de
realimentación. Decía que todos aquellos cables y tubos le resultaban molestos.
Y el hecho de que le estuviese ingiriendo alimento, a su organismo le estaba
costando rehabilitarse al hábito. Pero yo le dije, que pronto pasaría todo eso.
Y que yo jamás entendí, cuando se vio ella con sobrepeso. Pues siempre estuvo
estupenda. Y que me fijé en ella, no por su cuerpo ni por su peso, sino por
simplemente ella. Tan hermosa, tan perfecta… Solo por el mero hecho de existir.
A mí me gustaba ella, tal y como era. Me dedicó una dulce sonrisa. Tan dulce
como ella. Y le di mi mano. Nunca me apartaría de ella.
Los ojos de Érica se enmudecieron, al darse cuenta de lo
poco que ella misma se había querido. De que cometió un error, que casi le
cuesta la vida. Y entonces, quiso anotarlo en su diario. Pero cuando preguntó
por él, nadie lo había visto. Así que le dije que lo buscaría en la casa abandonada
donde ella se escondió. Y allí estaba. No lo abrí. No quería leerlo, respetando
su intimidad. Se lo devolví, junto con su bolígrafo, que encontré junto al
diario. Pero ella me dijo, que mejor me lo llevara a mi casa y lo leyera si
quería. Y una vez en mi habitación, con letra caligrafiada con poco pulso,
observé en la encuadernación del diario las palabras “Inolvidable Ana”. Y me
mataba la curiosidad por saber quién era esa tal Ana.
Pero cuando volví al hospital a ver a Érica, me dijo que
aquello que había escrito en la encuadernación del diario, lo escribió aquella
noche, en la que sentía que moría. Horas antes de que la encontraran tirada en
el suelo de la calle. Y le pregunté por Ana. Y dijo que así era como había
llamado a su anorexia. La cual siempre había negado tener. Pero que llevaba
tiempo consumiéndola, y en el fondo la dejó mucho más sola, hasta el punto de
ocurrírsele la idea de huir de todo. Y sabía, que ahora que había recapacitado,
aquella estúpida decisión de querer adelgazar de esa manera, y por la que casi
pierde la vida, nunca la olvidaría. Hay hechos que marcan. Y aquel, ya formaba
parte de su historia. Una historia que podría repetirse más veces. Y ella no
quería que así fuese.
Por eso me dispuse a compartir su diario. Mientras ella sale
del hospital, trataré de hacer que cuando vuelva a clase, tenga todo el cariño
que siempre quiso tener. Que vea lo mucho que vale y lo hermosa que es, así tal
cual. Porque quiero que vea que lo verdaderamente inolvidable, son los grandes
motivos para vivir.
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